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Como barriada de Benahadux, y a 1,5 km., se encuentra El Chuche, con una población aproximada de 250 habitantes. Es precisamente aquí donde se localizan los asentamientos humanos más antiguos de la zona. Situado en un cerro amesetado (El Paredón), en la ribera derecha del río Andarax, El Chuche ofrecía perfectas condiciones estratégicas y económicas para su poblamiento.

Los restos arqueológicos más antiguos indican el poblamiento de
El Chuche en la Edad del Cobre, coincidiendo con la Cultura de Los Millares (2500-2000 a. C.). Entre los siglos V-II a. C. El Chuche constituye una auténtica ciudad ibérica (oppidum): es Urki (Urkesken se lee en dos monedas de bronce), que se transformará en la Urci romana, ciudad citada por Plinio el Viejo, Pomponio Mela, Ptolomeo, Marciano y el Itinerario de Antonio. Precisamente de este topónimo parece derivar la voz Chuche. Su base económica fue la explotación de la fértil vega del Bajo Andarax, en manos de una sociedad aristocrática. Con la llegada del cristianismo, existen evidencias de una importante comunidad cristiana en la zona, constituyéndose Urci en sede episcopal, de la que San Indalecio figura como su primer obispo..

Coincidiendo con la crisis generalizada del Imperio Romano (siglos IV-V), la población de Urci fue desapareciendo, al tiempo que al otro lado del río iba tomando cuerpo un nuevo asentamiento, el «fundus Bayanus» o Pechina. En el siglo VIII, cuando los musulmanes conquistaron la Península Ibérica, se asentaron en el Bajo Andarax una serie de clanes de árabes yemeníes, uno de los cuales (los Banu Abdus) dio origen a la actual población de Benahadux, topónimo que derivaría del citado patronímico. Benahadux se convertiría, así, en una de las diversas alquerías que poblaban el valle del Andarax, que en época nazarí estaba compuesta por un pequeño núcleo de población concentrado en torno a la rambla (11 casas) y un mosaico de 43 casas dispersas entre las huertas.

Los musulmanes perfeccionaron el complejo sistema de regadío, que permitió una floreciente agricultura intensiva, donde predominaba la arboricultura dedicada al monocultivo de olivos y morales, cuya producción de aceite y seda se dedicaba a la comercialización (existían 2.534 olivos y 328 morales); destacaba, también, una amplia variedad de árboles frutales. Las zonas próximas al río se dejaban «calmas», y se aprovechaban para el cultivo e cereales y hortalizas.
Este paisaje agrario musulmán perdurará durante varios siglos. En cuanto a la estructura de la propiedad, existía un predominio total de pequeños propietarios (82 por 100), cuyas posesiones no llegan a las 10 tahúllas; sólo un 18 por 100 de propietarios dispone de predios comprendidos entre 10 y 30 tahúllas; no hay ningún gran propietario, pues el mayor hacendado sólo dispone de 27. La conquista de Almería por los Reyes Católicos en 1489 supuso un cambio trascendental en la propiedad, pues la mayor parte de los bienes de los musulmanes (623 tahúllas) fueron expropiados y repartidos a los nuevos pobladores cristianos de la ciudad de Almería.
Aunque la estructura de la propiedad permaneció igual que en la época musulmana, predominando la pequeña propiedad, hay que destacar la aparición de una gran propietario, el Comendador Mayor de León, don Gutierre de Cárdenas, a quien se repartió en Benahadux 80 tahúllas de tierra y 5 casas. El Comendador y su mujer cedieron todos sus cuantiosos bienes a las monjas franciscanas para que fundasen un convento en Almería bajo la advocación de la Purísima Concepción. De esta manera las «Puras» siempre han sido una de las mayores propietarias de Benahadux hasta la desamortización del siglo XIX.
Con la conquista cristiana, parte de los musulmanes se marchó, pero la gran mayoría permaneció en su lugar, convirtiéndose al cristianismo y recibiendo el nombre de moriscos. A mediados del siglo XVI residían en Benahadux 58 familias, de las que 54 eran moriscas y sólo 4 cristianas viejas. Los moriscos siguieron practicando una actividad económica centrada en la agricultura, aunque pocos lo hicieron ya en calidad de propietarios, sino de arrendatarios o censatarios de los nuevos dueños cristianos viejos e instituciones eclesiásticas.
El paisaje morisco fue prolongación del musulmán y sólo supuso una innovación el cultivo de la morera, inexistente anteriormente. Destacan como datos significativos de Benahadux en esta época morisca: la producción un año con otro de 45 onzas de simiente de seda y de 1.000 arrobas de aceite cada año; 3 hornos de cocer pan; 5 molinos harineros; 2 almazaras de aceite; 54 casas; 516 tahúllas. Pero el período morisco fue muy efímero. Sujetos a una dura convivencia, los moriscos del Reino de Granada se sublevaron a partir de las Navidades de 1568. Precisamente en las cercanías de Benahadux tuvo lugar uno de los sucesos más cruentos de la guerra, como nos relata el cronista contemporáneo Luis del Mármol, que titula este episodio «la encamisada de Benahadux».
Un grupo de moriscos sublevados, procedentes de la taha de Marchena (medio Andarax), sobre todo de Huécija, y dirigidos por el vecino de esta localidad Brahen el Cacís, fue a establecerse en la sierra de Benahadux, entre el Chuche y el pueblo de Benahadux. Según Mármol, los moriscos intentaban agruparse aquí con el fin de asaltar la desguarnecida ciudad de Almería, aunque eran pocos y mal armados.
Importante acontecimiento para el campo será la apertura y regulación de la fuente de Benahadux, cuya primera sociedad rectora quedó constituida el 28 de julio de 1780, apeándose su caudal en 455 y un cuarto de horas de agua. Hacia finales del siglo XVIII se levantó el actual edificio de la iglesia, bajo la advocación de la Virgen de la Cabeza.
Venía a sustituir a la primitiva iglesia, de la que parece haberse reutilizado parte del artesonado mudéjar con que se había cubierto. A mediados del siglo XIX se la cita como un edificio sólido y bastante capaz, teniendo adosado el cementerio del pueblo. Esta iglesia constaba de una sola nave, pero en la década de 1940 se le añadieron dos naves laterales y se suprimió el cementerio.
El siglo XIX supuso una extraordinaria expansión de Benahadux, tanto demográfica como económica. Hacia mediados de siglo el núcleo urbano estaba perfectamente definido, constituido por 141 casas de planta baja, con dos plazas, la de la Constitución y la de la Iglesia, y una escuela de primeras letras con 30 niños. La población creció a un ritmo acelerado, cuadruplicándose entre los años 1828 (371 habitantes) y 1900 (1.477 habitantes).

"Iglesia"




"Vista aérea"
"Plaza"