AtrasAdelante


La Maquisa

Decía un principio biológico que no sé si estará vigente que “la función crea el órgano”, pero lo que parece más de actualidad y aceptado como dogma de fé en la moderna ciencia es que la Vida comenzó en las Aguas. No sé hasta qué punto ambos principios pudieran aclarar el fenómeno histórico de la Maquisa. Es evidente que existió, pues yo la conocí. ¿sesenta, setenta, ochenta años?. ¿intemporal?; siempre metida de piernas casi hasta las ingles en la Fuente; lavando o al lado de un barreño de ropa más alto que ella; fue siempre lavandera; lavandera de día y de noche de madrugada, comía en la Fuente sentada al borde un mendrugo de pan al lado de su barreño y dormía -si es que dormía- recostada en un bulto de ropa inverosímil de grande; a todas horas y a cualquier hora estaba en la Fuente y formaba parte de ella como los caños o las piedras del restregueo de la ropa sucia.
Nadie sabe si su madre también lavandera la parió entre caños en un descanso del trabajo y la lavó, después, en el agua clara y tibia de los mismos en una madrugada de invierno. O si, como renovación de un Mito o de la Ley Biológica, surgió de la espuma del Jabón Pinta Azul que vendía la Tía Isabel la del Molino unos metros más abajo. Lo que es seguro es que debió nacer o surgir e inmediatamente comenzó a lavar, pues nadie de los nacidos conserva memoria de haberla visto creciendo o jugando . . . sino lavando, siempre y por siempre lavando.


Y, con el tiempo -agua, jabón, lavado, golpeado, aclarado, secado- un día otro día, y otro, y otro, su piel adquirió lisura jabonosa, escurridiza, sus piernas se arquearon abriéndose y estirándose hacia atrás para, metida en el agua, apoyar su cuerpo en el esfuerzo del lavado; sus brazos se torcieron en el escurrir de la ropa, torsionándola y su cara se hacía inexpresiva, puntiaguda, triangular, ancha hacia atrás, aplastada en “batracio”, en consonancia con la vida anfibia a que estaba toda ella sometida; transformando en un ser extraordinario mitad rana mitad persona.
Pero su ropa azuleaba de blanca, tendida al sol a secar en el Cabecico Largo y San Ramón; y el mendrugo de pan con caballa que recibía por su trabajo la alimentaba, sentada en la Fuente a orilla del lavadero. Adormilada tan solo por el cansancio y el murmullo de los caños al verter en los pilares.
Un día al cabo de los ochenta, de cien o de doscientos años, desapareció la Maquisa. ¿Murió?. ¿Se disolvió en el agua como la espuma del jabón Pinta Azul o volvió biológicamente al Seno de su procedencia?. Eso entra dentro del misterio de la Maquisa que existió sin saber cómo y se fue sin saber dónde.