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Un Parador en Mojácar

La fama que le dieron algunos hippies e intelectuales acabaron por introducir a Mojácar entre los destinos de vacaciones nacionales allá por los años 60 y parte de esa merecida importancia turística se debe al Parador, que inaugurado en 1966 ha sabido mantenerse integrado en el entorno en sintonía con las construcciones de los alrededores de marcado carácter árabe.
El edificio formado por un cuerpo de dos plantas que se abre en dirección al mar como si se dispusiera a abrazarlo. Consta de tres partes diferenciadas: una central, paralela al mar y otras dos laterales que arrancan de la primera y se acercan en sentido oblicuo hacia la playa.
Inspirado en la arquitectura autóctona emparentada a su vez con la del norte de África: cubiertas planas, muros blancos y formas cúbicas, aquí prima sobre todo el entorno, por lo que la profusa vegetación de su jardín en una de las señas de identidad del establecimiento.
El jardín recientemente remodelado se extiende entre el hotel y el mar que se encuentra a muy pocos metros. Ahora los espacios verdes invaden casi toda la superficie repoblada con algunos árboles.
Si bien el Parador comenzó a ejercer sus funciones en plena explosión turística del litoral, el tramo de playa que ocupa ha permanecido indemne a la avalancha de veraneantes ofreciendo todavía cierto anonimato.
En el interior tanto las zonas comunes como las habitaciones han sido diseñadas para disfrutar del verano o fomentar el turismo de congresos, la amplitud de sus salones y del comedor, con grandes cristaleras al mar facilitan el desarrollo de reuniones de trabajo y convenciones de empresa para lo cual el Parador también dispone de un actualizado centro dotado de los más modernas herramientas necesarias para este tipo de eventos.
Porches y terrazas, habitaciones luminosas pero sombreadas con una decoración moderna y “naif” que permite enfriar el aire al menos en la imaginación del cliente aunque huelga decir que hay aire acondicionado en todas las estancias e instalaciones cerradas.




Después de todo lo dicho, queda todavía por reseñar la importancia que desde su restaurante se ofrece a la gastronomía tradicional con platos bien diferentes a toda la cocina regional andaluza. En el Parador se prepara, por ejemplo, un ajo colorao muy sabroso, a base patatas, pimientos y ñoras, además de conejo o liebre con gurullos. Así como otros de los platos originales del oriente almeriense, como la olla de trigo. Además de la clásica fritura de pescado que en la zona incluye pescados como el pargo y el gallopedro, entre los mariscos autóctonos también se encuentra la gamba roja de Garrucha. En cuanto a los postres la crema mojaquera y el chorizo dulce, elaborado con almendras y azúcar son los platos estrella.
Desde la inauguración del Parador, su misión se ha centrado en satisfacer las necesidades de los clientes facilitando productos y servicios hoteleros de calidad que superen sus expectativas, además de haber permitido la difusión de la zona en los más de dos mil folletos anuales editados por Paradores e incluirse en los diferentes circuitos comerciales de la Red de Paradores.
Para conseguir algunos de los objetivos, la Red de Paradores está inmersa en un ambicioso proyecto en materia de estandarización y mejora continua de la calidad y respeto al medioambiente. En este sentido hace unas semanas, el Parador de Mojácar obtenía la verificación mediambiental.
Próximo a cumplir 38 años el Parador de Mojácar sigue mejorando día a día, con una clara vocación de servicio y de adaptación a las nuevas tendencias.