Según se define en el nuevo reglamento europeo (ec) 834/2007 para la Agricultura y Alimentación ecológica, podríamos definir la producción ecológica como:
"Un sistema general de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad, la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales. Así pues, los métodos de producción ecológicos desempeñan un papel social doble, aportando, por un lado, productos ecológicos a un mercado específico que responde a la demanda de los consumidores y, por otro, bienes públicos que contribuyen a la protección del medio ambiente, al bienestar animal y al desarrollo rural".
Podemos afirmar entonces, que la agricultura ecológica es una apuesta por la salud, por el medio ambiente, por el fomento de las economías locales y pequeños productores, basado en el desarrollo sostenible y en el empleo de calidad.
En su manejo agrícola se eliminan los problemas de salud derivados del uso de pesticidas, el entorno se ve preservado de contaminantes, y se disminuyen los altos requerimientos de insumos que requiere la agricultura convencional, con destacables costes medioambientales.
En las últimas décadas nos hemos alejado de las técnicas tradicionales de cultivo, por el contrario hemos puesto en peligro nuestro medio rural, como reflejo, la pérdida de biodiversidad.
Del extenso banco de semillas que siempre ha caracterizado nuestras comarcas, creando singularidad y diferenciación en todas ellas, en forma de adaptaciones al medio físico, diversidad en las propiedades organolépticas, (sabores, texturas, formas), como método de defensa natural por la variabilidad genética frente a factores adversos como plagas, enfermedades.
Espacios que sólo los podemos definir como lugares con una gran calidad paisajística, que se alejan bastante de los monocultivos actuales.
Por todo ello, debemos apostar por relanzar las variedades locales de cultivo, libres de patentes, que permiten a los agricultores el acceso, uso e intercambio de la biodiversidad agrícola andaluza, apostando de igual modo por el éxito de su comercialización.
En cuanto a la ganadería ecológica, la raza autóctona representa igualmente una defensa de los valores naturales, el respeto por la vida animal y las condiciones de crianza son factores que deben primarse y exigirse en su comercialización