Existe un pasado reciente de esplendor, ligado a la riqueza que ha proporcionado la uva, pero también existe la idea de un pasado «remoto», árabe y morisco, en el que Canjáyar gozaría de cierta importancia. Al tratar de señalar los orígenes de Canjáyar, nos encontramos con serias dificultades, ya que no existen trabajos sistemáticos sobre las épocas prehistórica y antigua, sólo alguna prospección arqueológica en la que los restos más antiguos que se documentan pertenecen a la Edad del Cobre.
Ya Madoz, en el siglo pasado, nos da noticias sobre la famosa cueva de Nieles, descubierta en 1841, coincidiendo con el furor minero: «se hallaron varias inscripciones, esqueletos, huesos, pedazos de candiles, tinteros, salvaderas, crisoles y ánforas». De época romana se puede documentar un lingote de plomo, hallado también en el siglo pasado, que lleva la inscripción «L. S. REX», y que puede ser testimonio de la explotación de esta zona, que comenzaría en la época republicana.
Es en los siglos X y XI, estando ya el Estado islámico configurado, cuando aparecen las primeras noticias sobre la organización territorial de la Alpujarra, dentro de la cual hay que situar a Canjáyar. Al-Udri, geógrafo originario de Dalías, nos informa de una Alpujarra dividida en distritos, ayza (plural de yuz). El yuz sería un distrito político administrativo integrado por varias alquerías y un hisn o castillo principal que le daría nombre, siendo al mismo tiempo elemento defensivo de las comunidades rurales y representación del poder central. Al-Udri menciona el yuz de Qansayar.
Su castillo debió de estar situado donde hoy se encuentra la ermita de San Blas, «sobre la plataforma superior del pico que domina el pueblo actual por el oeste, verdadero cerrojo sobre el valle del Andarax». La construcción de la ermita en el siglo pasado destruyó la casi totalidad de los vestigios. Ha sido estudiado por P. Cressier, que data los restos cerámicos en los siglos XII-XIII.
En el siglo XIV nos encontramos con una estructura administrativa similar a la división en ayza: son las tahas, que van a permanecer con alguna que otra alteración hasta la expulsión de los moriscos en 1570. La Alpujarra cuenta con 13 tahas, siendo una de ellas la de Lúchar, donde ubicamos la alquería de Canjáyar, que, con la llegada de los cristianos, se convierte en la capital de la taha. La alquería de Canjáyar tenía su hisn y una mezquita mayor.
Sin embargo, Alcora actualmente es una barriada de Canjáyar integrada en su término. Así, al final de la Edad Media, la alquería de Canjáyar era un núcleo rural, dedicado a la agricultura intensiva, fundamentalmente de regadío, y en menor medida a la ganadería. Los cultivos más importantes eran morales, olivos, higueras, parras. Los cereales también tenían gran importancia, sobre todo el trigo y el panizo, dedicados al consumo humano y animal. El regadío necesita de una tecnología para captar el agua, conducirla y regularla.
La captura se hacía por medio de una presa y de acequias. En los hábices de 1530 se cita la acequia de Nieles, en la taha de Lúchar (Trillo San José). Madoz también nos dice que: «entre el cerrillo llamado de Pascual al NO., y el de los Pozos al SO, se ven vestigios de cimientos y cañerías muy raras en todas las direcciones: de donde se infiere que este pueblo fue de mucha mayor consideración en una época cuya remota antigüedad no nos es dado determinar».
El Apeo proporciona una serie de información, como la existencia de las casas, 150, de las cuales sólo se podían habitar 80, estando las restantes en mal estado. Existían cinco molinos de pan, cinco hornos de pan, de los que cuatro eran de la Iglesia, y tres molinos de aceite. No existía mesón ni tiendas públicas. En Canjáyar predominaba, en cuanto a los árboles, el olivar y el conjunto de moral y moreda, cultivándose tanto en regadío como en secano. Las operaciones de repoblación comenzaron en 1574.
92 son las suertes iniciales, que son repartidas de una forma desigual, lo que puede ser debido a distintas razones, entre ellas gratificar los servicios prestados en la confección del Apeo y Repartimiento, como sucede con Juan Vizcaíno, conocedor y una de las piezas claves del proceso. El Consejo de Población determina poner a 72 vecinos, incluidos los originarios. En 1576 sólo hay 63 vecinos, y en 1593 descendieron hasta 51 vecinos, como pone de manifiesto Don Jorge de Baeza Haro tras la visita de inspección, quien nos dice que: «las justicias y escribanos de este partido tienen a los pobladores tan pobres y vejados que si no se remedia se despoblará».
Vemos cómo en Canjáyar se produce, al igual que sucede también en otros lugares, un fracaso en la repoblación, debido sobre todo a la corrupción administrativa y a la especulación. A mediados del siglo XVIII nos encontramos con una población más abundante. Existían 376 vecinos, 6 de ellos eclesiásticos. El casco urbano lo conformaban 370 casas, 309 más que en 1593. Cultivaban 663 fanegas de tierra de regadío y 1.203 de secano.
Entre los cultivos: viñas, olivos, morales, higueras, encinas realengas, quejigos. En la ganadería, 125 cabezas de ganado vacuno, 1.052 de cabrío, 426 de cerda, 74 de mular, 237 de asnal y 638 ovejas y 25 colmenas. En cuanto a las profesiones, existía 1 médico, 1 escribano, 1 barbero-sangrador, 2 oficiales herreros, 1 alpargatero con 3 oficiales, 1 albañil, 2 oficiales de barbero, 2 carpinteros, unos 70 labradores y 271 jornaleros.
A finales del siglo XVIII, en 1788, se crea en Alcora una fábrica nacional de plomo; este hecho repercute también en las comunicaciones y se construye una carretera para comunicar Presidio (Fuente Victoria), donde estaba la otra fábrica nacional, y Alcora con la costa; de este modo se facilitaba la salida del mineral. En el siglo XIX los naturales del partido judicial de Canjáyar son muy laboriosos y que la mayor parte se dedican a la explotación de minas plomizas, como jornaleros, como partidarios o como rebuscadores.
Canjáyar, cabeza del partido judicial que lleva su nombre, tenía a mediados del siglo pasado una población de 2.200 habitantes y sus casas estaban apiñadas en un terreno muy reducido. A comienzos de ese siglo, en agosto de 1804, se produce un terremoto, que provocó 4 muertos, bastantes heridos, derribó 60 casas y otras 120 tuvieron que ser demolidas. Entre los edificios afectados por el terremoto se encontraba la iglesia, que tuvo que ser reconstruida en gran parte.
También se vio afectada por el terremoto de 1852, que exigió una nueva restauración de la misma. Del siglo XIX es también el santuario dedicado a San Antonio Abad. A finales de siglo se construye el Hospital de San Antonio Abad a expensas de Don Cristóbal Esteban Asensio, quien hizo una fundación, de la que son beneficiarias las mujeres ancianas, necesitadas de medios económicos o faltas del amor y cariño de un hogar. En cuanto a las actividades productivas, Canjáyar continuaba siendo eminentemente agrícola.
Abundaba el aceite, de tal manera que vendían al exterior 19 vigésimas partes de lo que recogían. También producían seda y vino, cogían granos, hortalizas y sus frutas eran abundantes y de gran calidad. Es a partir de 1860 cuando tiene lugar el inicio del cultivo de la uva de Ohanes, dedicada a la exportación, que se va a convertir en monocultivo hasta fechas recientes, provocando épocas de esplendor, aunque también de crisis, al estar la uva sometida a las fluctuaciones del mercado exterior.
En años sucesivos, el parral va a ir sustituyendo a otros cultivos, sobre todo a los frutales, y se van a poner en producción tierras antes incultas por ser de secano. En 1876 Don Juan de la Cruz Esteban promueve y funda el «Cauce Exaltación de la Santa Cruz» o «Acequia Gorda», como popularmente se conoce, para transformar en regadío tierras de secano.
En agradecimiento, el Ayuntamiento le dedicó su calle, la de los Limones, que desde el 22 de abril de 1922, fecha en la que se tomó el acuerdo, pasaría a llamarse calle de don Juan de la Cruz Esteban.
Los años de expansión del parral, entre 1860 y 1885, fueron a su vez de gran prosperidad para el pueblo, construyéndose las mejores viviendas. La demografía nos pone de manifiesto, en su ritmo de crecimiento, cómo sigue, hasta cierto punto, el de la producción. Así, en 1860, Canjáyar contaba con 2.785 habitantes y pasa a tener 3.808 almas en 1910. A comienzos de nuestro siglo, en 1905, se crea el Casino Agrícola e Industrial, y más adelante, en 1913, el Centro de Labradores.
La Primera Guerra Mundial va a suponer un duro golpe para el comercio uvero. El final de la misma significó un alivio para la agricultura de carácter exportador, pero nunca una recuperación, que pronto se va a encontrar con los problemas que le plantea el mercado americano, y finalmente se cierra en 1924. No son pocos los problemas de la producción y comercialización de la uva de embarque que también afectan a Canjáyar. Para tratar de ir paliando algunos de estos problemas, van surgiendo distintas soluciones.
Así, en 1919, el abogado y propietario Don Fernando García Espín promueve, junto con otras personas, la creación de la Sociedad Anónima Mercantil «Productores y Exportadores de Frutas Frescas de Canjáyar»; se trataba de un intento de organización de los parraleros para regenerar el negocio uvero. Esta sociedad perduraría hasta los años treinta.
Actualmente hay una gran dedicación hortícola, produciendo, sobre todo, judías, variedad «elda», calabacín... También, y continuando con su tradición, está teniendo gran importancia el cultivo del olivo, siendo uno de los principales pueblos productores de aceitunas. De cualquier forma, continúa el cultivo del parral, aunque se están introduciendo distintas variedades de uva, como la «apirena», sin pepita.
Museo Histórico Abierto