Era miembro de una familia almeriense cuyos miembros recibieron el apodo de Ibn al-Farrá (el descendiente del peletero), por tener sus antepasados esa profesión. Su tío paterno, Abú Ali Hasan, ejerció de almocrí en la Mezquita de Habbuna en Almería, siendo numerosos sus discípulos.
Muhámmad Ibn al-Farrá se formó con los almerienses al-Udri e Ibn al-Murábit, entre otros, formando él, a su vez, a varias generaciones.
Fue cadí de Almería hasta su muerte acaecida en junio de 1120 en la batalla de Cutanda, luchando contra las tropas de Alfonso I de Aragón junto a su compañero Abú Ali as-Sádafi.
Este cadí almeriense se hizo célebre por oponerse, en nombre de los almerienses, a la petición del emir almorávide Yúsuf b. Tashufín de que los territorios andalusíes proveyeran una contribución para la guerra. Ibn al-Farrá le exigió al máximo mandatario almorávide que jurase en la Mezquita Aljama de Córdoba que en el tesoro público no quedaba ni un solo dírham para hacer frente a ello, lo que hizo que aquel desistiera de reclamar el cobro del impuesto.
De poco antes de su muerte, en concreto del viernes 2 de abril de 1120, data una inscripción a nombre suyo en la que ordena a Muhámmad b. Atiq b. Yaámur construir tres tiendas, seguramente en la Alcaicería de Almería ubicada en la Almedina, y poner las rentas que produjeran como waqf (legado o fundación pía) para reparar lo que se deteriorara en ellas, y el resto para pagar un salario a quien se encargara de la limpieza y el arreglo de las esteras en el cementerio que había al Norte de las tiendas. Lo que sobrara se debía gastar en mejorar la mezquita mandada edificar por el referido Ibn Yaámur y el pozo anexo, con los cubos, las sogas y las vasijas para que la gente realizara las abluciones rituales, ubicados ambos también al Norte de las tiendas.